CRÓNICA DE UN DESCENSO
Llevo a dos duatletas delante, estoy a punto de empezar el
descenso por la cuesta más técnica del circuito, decido dar un acelerón para
pasarles y no tener a nadie que me interrumpa durante este tramo de carrera. Me
estoy empezando a encontrar muy bien y quiero aprovecharlo para disfrutar a
tope de este descenso. Empiezo saltando unas piedras sin mayor dificultad, bajo
la velocidad para entrar en la curva y
sin tiempo para respirar salto por encima de una roca, según caigo me medio
recompongo para vadear una rama (uff si la piso me voy al suelo de todas
todas), curva peligrosa a la derecha y sorpresa, llevo tras de mi a dos
corredores que intentan pasarme curva si curva también. Noto cada vez más
presión sobre mi rueda trasera, a pesar de lo cual mantengo dignamente la
compostura y consigo pasar una continua zona de badenes delante de ellos (eso
sí, a cambio creo que voy a derramar parte del desayuno en este precioso
bosque). El cuerpo me tiembla como un “blandiblu”, cada pequeño saltito provoca
una tensión en mis manos que siento como se transmite hacia la espalda. Conforme
avanzo por el estrecho sendero de pendiente descendente mi mente se va
desgastando poco a poco, cada pequeña dificultad orográfica a la que me tengo
que enfrentar se me empieza a hacer un mundo, el cansancio se está apoderando
de mi cuerpo y mente. Mis perseguidores siguen al acecho, esperando el menor
fallo para adelantarme (por si no bastara con la tensión de la propia bajada ),
cosa que no consiguieron hasta que llegamos a un falso llano al final del
descenso y “cortésmente” les cedí el paso. Momentos antes, empecé a notar como
estaba llegando al límite del agotamiento, mis pies empezaron a temblar, mis
piernas no tenían fuerzas para soportar tanta presión, mis brazos parece como
si tuviesen sueño y se empezaron a dormir. Por fin, atisbo el final del
descenso, solo me queda sortear una curva a izquierdas llena de arena y “ falso
llano ”, el cual me permite descansar durante los 50 metros que tengo antes de
empezar una subida que me requiere un esfuerzo extra. Ahora no es el momento de
hacer semejante barbaridad, decido poner pie a tierra y para poder alargar el
periodo de descanso activo antes de afrontar las dos vueltas que todavía me
quedan.
Durante las cuatro vueltas que hay que dar al circuito esta
bajada es la que me ha dejado huella (antaño cuando corrí este duatlón la
cuesta que me marco fue la de subida, en la cual me “relinchaba“ la bici cual
caballo loco).
Si alguna vez quereís hacer un duatlón cross de “ verdad “,
no dudéis en acudir a San Martin de Valdeiglesias, eso sí preparaos para temblar.
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