jueves, 3 de abril de 2014

MARCHA MTB ROBLEDO DE CHAVELA 2014

MARCHA MTB ROBLEDO DE CHAVELA 2014

Después de las lluvias caídas el día anterior parece que hoy el agua nos va a respetar, a pesar que la densa niebla sobrevuela nuestras cabezas. No soy meteorólogo pero le digo a uno de mis compañeros de “grupeta” que si hay niebla no se preocupe que no puede llover (como si yo entendiera), a pesar de ello no estoy seguro de ello y decido coger la cámara con la carcasa hermética, por si las moscas (esto me supone que tengo que ir grabando con una mano y conduciendo la bici con la otra). Porque creéis que os cuento que si el tiempo, que si la cámara, que si las moscas. Pues muy bien, apenas un kilómetro después de dar la salida, el camino se complica (ascenso, mucho barro, esquivar a otros participantes) y yo con la camarita en la mano intentando seguir a mis amigos para hacer un video chulo de la ruta.
Al principio todo son risas, pero noto que mis cuádriceps están duros como una piedra, a pesar de lo cual sigo desgastando fuerzas de forma descontrolada en forma de arrancadas descomunales para poder hacer videos (uno de mis compañeros me dice que estoy gastando excesivas energías, a lo cual le hago caso omiso, me encuentro en forma y pienso que la pesadez de piernas que llevo ira desapareciendo conforme entre en calor).
Van pasando los kilómetros, y cada vez que la senda se empina tengo que hacer la goma con el grupo (vamos, que me tienen que ir esperando). Esto no me gusta como pinta. A pesar de transitar por paramos muy verdes, especialmente cautivadores para mí porque creo que estoy en el norte de España, no tengo ni fuerzas ni tiempo para poder apreciarlos como a mí me hubiese gustado. El único objetivo es mantenerme encima de la bici y seguir la rueda trasera del último del grupo.
Una cuesta de órdago hace que tenga que poner pie a tierra, pero no decaigo en mi empeño de seguir a mis compinches y decido subirla a pie, error, cuando apenas llevo 50 metros creo que mis gemelos van a estallar. Lo que me faltaba para el duro. Por fin se acaba el suplicio, me vuelvo a reagrupar, bueno más bien me vuelven a esperar para no dejarme más solo que la una.
Ya queda poco para el primer avituallamiento, estoy deseando llegar para descansar un poco y rellenar mis depósitos de energía, los cuales van bajo mínimos. Cuál es mi sorpresa que solo hay naranjas y plátanos, con esto no llego ni a la vuelta de la esquina. Empiezo a mendigar algo de alimento solido a mis compañeros. Así esto se me va a hacer muy largo.
Tras el breve parón, me recupero ligeramente como para afrontar las próximas tachuelas con una ilusión renovada. Afronto la cuesta que termina en el cementerio de no sé donde (no tengo ni idea de donde estoy) con fuerza como para terminar dentro del grupo, empiezo a pensar que tarde, pero por fin mis motores se han calentado y que a partir de este momento voy a ir como un tiro. Que iluso. Cuando uno no tiene el día no lo tiene, se tiene que dedicar a guardar todas las fuerzas que puedas para intentar dosificar y no llegar como el “Rosario de la Aurora”. O no se o no quiero, pero mi cabeza me dice que cuando pueda que tire a tope y si reviento pues he reventado, Carpe Diem. Esta táctica tiene sus inconvenientes, y es que llega un momento que vas tan “tirado” que no disfrutas.
Otro oasis espera en el camino, mis esperanzas se ven rejuvenecidas ante la esperanza de ver como mis depósitos de fuel van a ser recargados. Pues otro espejismo, las mismas naranjas y plátanos del avituallamiento anterior. Me falta glucosa, mi cerebro empieza a recalentarse y lo pago con la voluntaria de la carrera. La monto un “pollo” de órdago, como si la muchacha tuviese culpa que la organización no hubiese puesto comida suficiente (desde aquí la pido disculpas por mí necedad). Otra vez a recolectar entre mis amigos (por cierto muchas gracias por vuestra caridad sino no llego ni a la mitad de la carrera).
Afrontamos una zona pistera muy rápida, en la cual pienso que voy a poder recuperar fuerzas yendo a rueda. Pero cuál es mi sorpresa, que no dispongo de energía ni para poder seguir en el llano. Mal vamos.
Tras un último ascenso de un kilómetro, nos disponemos a encarar el descenso hasta el pueblo donde está situada la línea de meta. Cuando veo que mis fuerzas flaquean tengo que reducir la velocidad en las bajadas porque disminuye mi coordinación, aumentando muy mucho el riesgo de caída, vamos lo que me faltaba. Pues aun así, estuve a punto de caerme al engancharse el cuerno del manillar con un arbusto. Menos mal que solté a tiempo las manos y salí despedido de la bici, sin tener que besar el suelo. Eso sí, otra vez que había perdido al grupo (una más).
Después de llevar toda la mañana haciéndoles parar para que me esperasen, llego a los últimos kilómetros y voy a entrar solo en meta. Pero cuando giro la última curva antes de encarar la recta de meta, ahí están esperándome una vez más para finalizar juntos. Muchas gracias por aguantarme toda la mañana.
Aquí termina una gran mañana, donde he ido a remolque todos y cada uno de los kilómetros. Ah me olvidaba, al terminar nos daban un bocadillo de panceta (ahora sí, que bien me habría venido en su momento) y un par de graciosos se nos colaron, adivinar lo que paso. Pues eso, que les monte otro “pollo”, tener en cuenta que estaba canino y cuando tengo hambre no respondo muy bien. Vaya día, no deje títere con cabeza.